martes, 4 de agosto de 2015

Nuevas Tardes en Manhattan, una novela Colombiana


La producción literaria de la década  de los sesenta está bastante influenciada por la posición ideológica y emocional de escritores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz, García Márquez, Rómulo Gallegos; entre otros. Fue este decenio fructífero en la revelación de una realidad latinoamericana muy dolorosa aún, cediéndole espacio a una narrativa que tenía su finalidad en lo socio político. Es desde una similar perspectiva como recepto el contenido de Nuevas Tardes en Manhatan, en la que una diferencia explícita es el medio de acción: Estados Unidos, pero en donde la marginación de los sureños y centroamericanos no cesa, no obstante la situación no está dada para todos de la misma manera, algunos gozan de la complicidad de las leyes físicas a favor suyo. A mi modo de ver Nuevas Tardes en Manhatan guarda una línea familiar con la narrativa social de los sesenta, no porque en ella sea notoria una voz inconformista ante un sistema con falencias, o lo contrario, la absoluta defensa de este; sino por tu hondo gesto de solidaridad con la comunidad de emigrantes del mundo, especialmente de los latinos del cual también haces parte, de allí que la obra antes de ser una denuncia sea la descripción de una realidad cercana e inocultable, producto de un sentimiento encontrado de una circunstancia afín a la de tus personajes, para quienes todo en sus vidas se torna difícil en sus países de origen y premonitan un justo porvenir en tierras extrañas. Sus experiencias son un testimonio que en el lector cumple el objetivo de conmover y de avivar una identidad patria para alcanzar otros mejores niveles dentro y fuera de nuestras naciones nativas.

Admiro el veto del eufemismo en tus líneas lo mismo que tu cercanía a cada personaje sin caer en el rito histórico de la descripción anatómica y psicológica de cada uno de los protagonistas del relato y que tanto invalidad la necesidad de hipótesis y agudeza imaginaria del lector.
Porque me dejaste conocer ciertos aspectos de tu vida es que me atrevo a decir que esta obra representa un acto de hermandad de tu parte con la comunidad de emigrantes del mundo, porque tú precediste tu propia historia y he allí la grandeza del escritor, tu propio dolor para comprender el ajeno, tu propia sangre para distinguir el color de la otra, tu propia gente como para ignorarla en naciones lejanas y cercanas a la vez. Así como has tenido el deseo y la oportunidad de recorrer algunos países de este y el viejo continente en busca de luces más intensas en el horizonte, ya como viajero andante, ya como como hombre de continuo crecimiento personal y profesional, ya como trotamundos en el tiempo desquiciado por las artes y las letras, también habrás sido víctima de la frialdad de algunos superficiales individuos o quizás ser el observador tácito, inerme de las injusticias acaecidas en hombres y mujeres cercanos a tus afectos.



Me detengo entonces a pensar que tu obra no tiene ni un matiz de publicidad, como a veces diera la impresión sobre todo con la frase introductoria “Una novela para leer antes de viajar a los Estados Unidos”, pues veo que se trata de una actitud fraterna ante un hecho marcadamente social a nivel mundial, sobre todo para quienes portan una identidad colombiana, de ahí que al famoso Boom Latinoamericano no se le haya considerado como un movimiento sino como una coalición de voces que buscan hacer eco en el mismo punto en donde caen el peso de sus mensajes, una posición a favor de una sociedad golpeada por unas instituciones que dieron pie a muchos acontecimientos que en la literatura de aquellos días de efervescencia patria quedaron registrados.

Algo que me seduce del relato es la evocación que hacen los personajes de sus vidas en sus países de origen y la radiografía de su sociedad la cual tampoco está eximida de culpas. En alguno de los capítulos Cassandro dice “ Aunque yo escuché que Venezuela era un país racista”, luego tú nos muestras una Caracas soberbia con los inmigrantes –me refiero a lo ocurrido a Claudia en el aeropuerto de esa ciudad- es porque eres un conocedor de la ingenuidad y la esperanza con que muchos parten de sus pueblos. Cuando hablas de la bonanza petrolera, de ciertos aspectos históricos y culturales de Brooklyn, Barbacoa, Oporto, Bucaramanga, etc, estás llevando a cabo la pretensión de Baldomero Sanin Cano, quien manifestó siempre el deber del escritor de ser además un viajero, porque es a través de los ires y venires donde nace “una profunda pasión por los estudios comparativos y verdaderas huellas de sentimientos y solidadridad”, esa que te ha motivado y motiva a lanzarte siempre a una nueva aventura. Es este el mismo propósito de Rainer María Rilke quien exhortaba a Franz Kappus al peregrinaje y a la soledad.

Como cada vez ratifico más que tienes en tus manos y en tu corazón la consigna del escritor cosmopolita la cual proyectas desde ningún exilio – por fortuna- y muy por encima de las nacionalidades es que celebro tus buenas intenciones, muy parecidas a las de Vidiadhar Naipul al que se la ha gastado la vida viajando por doquier, tratando de entender y escribir la cotidianidad y los problemas de las gentes de Africa, India y Arabia Saudita; y otros tantos que se dieron al noble oficio de la búsqueda, del conocimiento y de la sorpresa.

Es mi capricho decirte lo que alguna vez en una carta José Asunción Silva le dice a B. Sanin Cano: “Le suplico que me escriba. Recuerde la soledad interior en que vivo y la necesidad que tengo de Usted para no embrutecerme”.

Sanin, al igual que tú, partió para Londres a escribir y a enseñar literatura en la Universidad de Edimburgo.

Creo que debes seguir con tu misión de caminar, escribir y fraternizar… Veo, querido amigo que sigues las huellas de los grandes. No dejes que declinen las tardes, muchos disfrutamos con la puesta del sol y hay todavía muchas tardes por sorprendernos.

Katty Paternina

Medellín 

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